jueves, 4 de septiembre de 2014

Pequeño recordatorio

Bueno, sé que es más que raro que haya vuelto por aquí, de hecho ni sé si alguien  leerá esto o no. Volví simplemente para hacerle, desde este pequeñísimo lugar, un recordatorio a Gustavo Cerati, que falleció hoy 4 de septiembre.
Se preguntarán qué tendrá que ver Cerati con este fic que hace meses y meses que finalicé. La respuesta es muy sencilla, sus canciones inspiraron muchos capitulos de este fanfic, de hecho varios llevan como título frases de él. Además, mientars lo escribía escuché mucho sus composiciones, al igual que a Babasónicos y a Los Redondos. Así que me pareció justo recordarlo ya que gracias a su inspiración, yo me inspiré.
Gracias totales, Gustavo. Ya estarás en un lugar mejor.




sábado, 18 de enero de 2014

Capitulo 70 FINAL "En la vida hay amores que nunca pueden olvidarse"

“Todo se terminó”, “Sorpresa mundial”, “Día de duelo”, “Los Beatles se separaron”. Esos eran algunos de los titulares de los periódicos, no sólo del Reino Unido, sino del mundo. Ante la vista de todos, la banda había surgido, había revolucionado todo, y con la misma rapidez, había desaparecido. “El sueño se terminó” dijo John. Y sí, el sueño terminó y una época también, aunque eso ellos aún no lo sabían.
Eva cerró el periódico y respiró profundamente. Casi todas las notas eran referidas al mismo tema, y eso sucedía desde hacía tres días. Apenas corrió la cortina, y vio la pequeña multitud de periodistas que se apiñaban en la acera. Suspiró otra vez, resignada.
-¿Cómo va todo? –John la saludó dándole un beso en la frente.
-Bien, supongo.
-Cambiá esa cara, pronto se olvidarán. Ya sabés, una noticia cubre a la otra y así.
-No sé...John, para mí esto es una mala decisión. Se van a arrepentir.
-No es una decisión mala, es una decisión necesaria. Basta de peleas, caras de desprecio, ambiente tenso. Cada uno por su lado y en paz.
-Sigue pareciéndome mal. Tengan en cuenta mi opinión, ¿acaso no fui importante?
-No fuiste, lo sos. Pero lamento decirte que la decisión fue de los cuatro. Serían cuatro contra uno, igual perderías. Y tranquila Vicky, no es tu culpa, y si alguien lo dice, miente. Las cosas fueron así, lo sabés.




-Y entonces, ¿qué hago?
-Cantá ahí, frente al micrófono.
-¡Pero si es lo que estaba haciendo!
-A ver Eva, ya sé que hacías eso, pero mirabas para cualquier parte, la voz se va. Tenés que cantar fuerte y quedarte quieta.
-Paul, ya te dije que esto no era buena idea.
-No es una buena idea, es excelente. Un momento, te acomodaré los cascos.
-¡Auuu! ¡Me tironeaste el pelo!
-Eva, no sos un beatle, mejor dicho, un ex beatle. No disponés de todo el tiempo del mundo para grabar. Concentrate, lo intentamos por última vez, si sale mal seguimos mañana, ¿de acuerdo?­
-De acuerdo. –asintió, cansada.
-¿Querés leche?
-¿Leche? ¿A esta hora?
-Para suavizar la garganta.
-No, gracias. Paul, terminemos con esto de una vez.
-Bien.-dio una señal a la cabina. Desde allí, levantaron el pulgar y comenzaron  a grabar.
Su voz llenó el estudio una vez más, esta, sin fallos ni interrupciones. Cuando terminó, miró a Paul con una amplia sonrisa.
-Esta es la buena.-anunció George Martin-Por hoy terminamos.
Salieron del estudio rápidamente, se había hecho demasiado tarde. Como siempre, llovía.
-Nunca creí que una canción llevara tanto tiempo.-dijo  ella poniéndose el cinturón de seguridad-¿Cómo hacían entonces para grabar un disco entero en un mes?
-Y eso que la mayor parte del tiempo eran tentadas de risa. La verdad es que no sé cómo lo hacíamos.
-Paul…¿no creés que fue una mala idea acabar con todo?
-No sé a qué llamás acabar con todo, para mí fue un comienzo. No quise que esto pasara pero me resigné y ahora lo veo como algo bueno. Voy por mi propio camino.
-Eso me dicen todos…Pero me gustaba más el camino que compartían.
-¿Quiere decir que mi trabajo solista no te gusta? –la miró de reojo, travieso.
-No es eso, claro que me gusta. Pero me refiero a…ya sabés.
-Eva, no me arrepiento de todo lo que vivimos y compartimos, pero ya está, eso pasó. Es casi lógico que parezca que lo de antes era mejor, pero te aseguro que no es así. A veces el presente supera por mucho al pasado, y puede que al futuro también, pero eso no lo sabemos, todavía.
Simplemente se quedó pensando, mirando a la calle, los semáforos, la gente que cruzaba apurada aferrada a sus paraguas.
-Hay algo de lo que a veces me arrepiento. –dijo Paul, cortando aquel silencio.
-¿De qué?
-De haber terminado con vos.
-Paul….-lo miró con severidad, él sólo soltó una risita.
-De verdad, pero creo que es por lo mismo de que todo tiempo pasado fue mejor. Eso tiende a confundir.
-Sí, puede ser.-respondió quedamente, mirando a la calle otra vez.
-¿A vos te pasa lo mismo?
-No. –respondió con contundencia.
-Qué bueno, por lo menos sólo somos tres lo que quedamos enganchados, y no más. Porque George y Ringo tam…
-Paul, basta.
-Ok, no te molestaré más.
Continuaron el camino en silencio, sólo se escuchaba el ruido del limpiaparabrisas quitando las molestas gotas.
-¡Cómo estás con tu vida? –preguntó ella, ya cuando se acercaban a la casa.
-Bien, Linda está embarazada.
-¿Otra vez? Qué bueno, te felicito. Ojalá sea el varón que tanto esperás.
-Mmm… a esta altura ya no me importa mucho. Me acostumbré a las niñas, son dulces.
-Paul, no van a volver, ¿no? Sólo pasaron tres meses y…
-Eva, respeté tu silencio, respetá el mío. Además, ya sabés la respuesta.
-Tenés razón.
Paul estacionó frente a la entrada.
-Ey, linda casa, me gusta. Pensé que era más grande.
-No, nos gusta así. ¿Querés bajar?
-No, no. Nos vemos el martes.
-Ok, nos vemos.
Se saludaron con un beso en la mejilla, y Paul se fue rápidamente. Eva suspiró, qué cambiado estaba todo.




Cuando entró a la casa, vio a John subido a una silla, supuestamente acomodando libros en la biblioteca. Se le cayó uno y comenzó a maldecir.
-Ey, ey, qué boquita tiene este señor. –riendo se acercó.
-Tengo una boquita para su boquita.-le plantó un beso cuando se bajó de la silla-¿Y qué tal esa grabación?
-Uff, un puto desastre.
-Hablando de boquitas…
-Bueno, las boquitas tienen que combinar, ¿no? –esta vez fue ella la que lo besó.
-Ya verás –dijo él, apartándose-que las próximas grabaciones te salen perfectas.
-John, no habrá una más, es un simple, dos canciones.
-¿Y los restantes discos de tu prometedora carrera?
-No tenés remedio…-se quitó la cartera, dejándola en un sillón y caminó hacia la cocina-Ey, ¿comida china?
-La pedí hace un momento, calculé que no tendrías ganas de cocinar.
-Calculaste bien pero…odio lo oriental.
-Todo porque una japonesa te agarró de los pelos…
-¡John, no es chiste! –gritó desde la cocina.
-No te lo tomes a la tremenda…Ey, si de verdad no te gusta, pido otra cosa.
-No hace falta. –se asomó, masticando-No está tan mal, sólo que no sé usar los palillos.
-A ver, traé para mí, quiero probar. –Eva se giró y John bajó de la silla otra vez-Y no hacen falta esos palitos, comeremos con las manos, querida esposa.
Se detuvo en seco y agudizó el oído. Se volvió hacia él.
-¿Qué…?
-¿Qué cosa?
-Ehh…nada, nada…-se volvió, confundida.
-Ah, esperá, me olvidé de decirte algo, aunque no tiene mucha importancia.
-¿Qué?
-Si te querés casar conmigo.
Lo miró, primero asombrada, pero de inmediato seria.
-John, dejá las bromas. Hoy no es el día de los inocentes, ni el día de la risa, ni nada de eso.
-Lo que supuse, no tiene mucha importancia. En fin, seguiré con lo mío…-volvió a subirse  a la silla, a repasar con una franela los lomos de los libros y a silbar una cancioncita, intercalándola con una sonrisita pícara.
Se lo quedó mirando, más confundida que antes.
-John.
-¿Ah?
-Nada.
Soltó una risita y dejó caer al piso la franela.
-Dejá de esconder la curiosidad, Evita.
-No entiendo nada.
-Yo tampoco. Me hablás, y después me decís “Nada”. Sos rara ¿eh? Pero ya que tanto insistís, te diré si te querés casar conmigo y esas cosas.
-John, dejá el juego.
-Está bien, sé que en el fondo sos como cualquier mujer que sueña con que se lo pregunten así. –rebuscó en sus bolsillos –Mierda, ¿dónde está? Ay no, no me digas…¡acá está!
Sacó el puño cerrado y lo abrió. En la palma de su mano brillaba un anillo dorado con una piedra azul-¿Y ahora? ¿Qué seguía? No pude estudiar el guión, perdón. Ah, toca poner una rodilla en tierra. Joder, mi reuma. Bien, ahora, cumplidos todos los requisitos: Eva Victoria Sheels, DNI número dos millones…
-John. –lo miró conteniendo la risa pero tomando su mejor aspecto serio. Él sonrió, cerró la mano, se puso de pie y la tomó por la cintura, acercando su boca a la de ella.
-Lo sé, basta de bromas. Ahora lo diré bien en serio. ¿Te querés casar conmigo?
-¿No es broma?
-Desconfiada. No aceptes sólo por el anillo, ¿eh?
-No, no acepto.
-¿Eh? No…¿no te querés casar? –la miró preocupado.
-No acepto sólo por el anillo. Lo acepto por otras cosas y…basta de charla –le dio un beso apasionado, inesperado para él, pero al que correspondió con gusto, hasta que la separó.
-Ey, ey, ey, me vas a comer. ¿Debo pensar que esto es un sí?
-¡Sí! –respondió llena de alegría, dando un saltito.
-Ahora podés comerme. –esta vez la besó él, con más pasión, y así se dirigieron a la habitación.



-Ja, te dije que el disco sería un fracaso.
-Eva, estamos hablando de miles.
-Paul, dijiste ocho o nueve…-lo miró desconcertada, dejando su cigarrillo en el cenicero.
-Ocho o nueve mil.
-¿Nueve mil copias vendidas?
-Sí.
-¿Y eso es…?
-Bueno, muy bueno, un gran comienzo.
-Santo Dios…¡Yo no quería esto!
-Evy, Evy –George sonrió-Vamos, no te asustes. Ahora ya podés seguir y…
-Es que justamente no quiero seguir.
-Estás muerta de miedo, ¿no?
-Sí George. No…no quiero.
-Te vas a arrepentir, no podés desperdiciar esto. Aceptá hacer otro simple. Con uno más ya está.
-Además, en poco tiempo, ya le habrás tomado el gustito. –rió Paul.
-No sé…Necesito pensarlo.
-Pero tenés que firmar ahora.
-Dejen de explotarme.
-¡No es explotación! Eva, tenés talento, aprovechalo hasta donde tengas ganas.
-Paul…
-Eva…vamos.
-Repito, quiero pensar. George, ¿puedo pasear por tu espectacular jardín?
-Claro que sí, ¿te acompaño?
-Bueno, porque sos callado. Paul, vos no, sos una máquina de hablar.
Paul rió de buena gana y se quedó tomando su café. George y Eva salieron al parque, mientras seguían fumando.
-Me encanta, te compraste un excelente lugar.
-Sí, además parece hasta mágico a veces. Podés venir cuando quieras.
-Gracias Geo, seguramente vendré.
Continuaron la caminata, a veces ella admiraba algunas flores y él le explicaba cómo se llamaban y de dónde las había conseguido.
-¿Así que te vas a casar? –George la miró de reojo, interrumpiendo un silencio que se había formado entre los dos.
-Sí.
-Te deseo mucha suerte. Lograste reconquistar a John, sacárselo a la vieja ésa.
-A veces me da miedo. No sé  de lo que será capaz, pero bueno, mejor es no pensar en cosa malas.
-Evy yo…te quiero mucho, ¿sabías?
-George, no empieces.
-Sí, ya sé que soy pesado pero sólo quería que lo supieras. Me volaste la cabeza y eso no se olvida nunca.
-Yo tampoco me olvido.






Resopló, mirándose al espejo, cansada pero a la vez divertida al ver a Jenny y Anne  intentando ponerse de acuerdo.
-¡Te dije que así no! ¡Es imposible que quede bien si cruzás este mechón para este lado! ¡Queda todo amontonado!
-Ya, pará de gritarme Jennifer. Te dije que va así, yo lo he visto hacer.
-¡Y yo también!
-Mirá, con esta flor se tapa esto y listo.
-Oiga, oiga, dejen de inventar cosas con mi cabello, que después de todo yo soy la dueña. Lo dejan suelto, o apenas agarrado, le ponen las putas flores y hasta mañana.
-Ay, está bien, ¡pero quedará mal!
-Jenny, estás mas nerviosa que yo.
-Es que vos ni siquiera lo estás, no entiendo, sos la chica de acero.
-Sólo me controlo.
Dante bostezó, aburrido de las mujeres y sus problemas.
 -Mamá, ¿llevaré los anillos y qué más? –preguntó, arrojándose a la mullida cama de Eva.
-Nada más, te quedás quieto a un costado. Podrías quedarte quieto ahora también ¿por qué no llevás a Patrick  J. a pasear?
Con pocas ganas, el niño se levantó y agarró de la mano a Patrick, que jugaba en el piso con dos tapitas de perfume.
-A ese chico le falta un hermano. –sentenció Eva.
-O un primo. A ver si te ponés, Eva de Lennon.-replicó Anne.
-No agregues “de” que no me gusta.
-La chica sin dueño. –rió Jenny-A ver, un poco de rubor.-¿Y tu madre?
-¿Mi madre? Nada. Cortadas todas las relaciones. Por favor, no me arruines el momento con eso.
-Ya hay mucha gente. –anunció Anne, mirado desde la ventana.
-Entonces están todos, no hay muchos invitados.
-Sigue pareciéndome rarísimo que hayas invitado a Paul, George y Ringo. O sea, ¡son tus ex!
-¿Y con eso? También son amigos de John.
-¿Lo siguen siendo? –Jenny la miró, dudando.
-Sí, aunque no lo creas, y seguirán siéndolo.
-Bueno, ya está. Terminamos todo. ¿Te dejamos sola?
-Llamen a John.
-Ni locas, no te tiene que ver, es para que tengan suerte.
-Tendremos suerte, Anne. La tendremos con o sin esas cosas.







El parque estaba lleno de gente, aunque no era muy grande. Al costado de la casa, había sillas blancas, una mesa con velas y flores ante la que el juez esperaba, paciente, y una alfombra roja. Mas atrás, las mesas y sillas dispuestas para el almuerzo. Por todos lados había muchas flores, que Jenny se había empeñado en poner. Ya todos estaban en sus sitios, salvo Dante que perseguía a Heather, la hijastra de Paul, para darle un beso. Al fin Anne y Paul calmaron a los niños, que entre risas se acomodaron en sus lugares.
Anne peinó con la mano a su hijo y Dante avanzó sobre la alfombra, impecable, con una pequeña canastita entre las manos, y llegó hasta donde el juez y John estaban. John le sonrió, por no poder hacer otra cosa. Todos los anteriores días se lo había tomado en broma, pero en se momento estaba tan nervioso que creía desmayarse. Nunca se imaginó que algún día se casaría, y menos con ella.
Eva avanzó, con una sonrisa también cargada de nervios. Ella tampoco se imaginaba que en algún momento de su vida llegaría ese día, lo veía muy lejano.
Llegó hasta él, que la vio casi como una aparición del cielo, con su vestido casi túnica color lila con una larga cinta violeta que ceñía su cintura y su cabello ondulado, que despedía aquel perfume que tantas veces lo había embriagado, adornado con florecitas blancas. Sí, era como un ángel.
Lo tomó de la mano, necesitaba su contacto porque sentía que se caía, y sabía que él, siempre él, era el único que le daba seguridad.
-Te amo. –le susurró él y ella respondió con una sonrisa mirando al juez, pero apretando aún más su mano, un gesto que a él, en otro momento, le habría parecido insignificante, pero que allí  le parecía la gloria.
El juez comenzó con sus palabras, aburridas palabras  acerca de la unión civil, sus obligaciones, sus derechos, sus pros y sus contras. Si le ponían atención, parecía que el tipo estaba haciendo esfuerzos para que desistieran del casamiento y se pelearan allí mismo. Seguramente la pasaría muy mal en su casa con su mujer.
Al fin llegó el momento de los anillos. Dante los acercó, solícito, y John tomó uno, se le notaba el temblor en la mano, Eva sonrió. John le colocó el anillo y ella hizo lo mismo. No pronunciaron votos, ya había demasiadas palabras allí, innecesarias cuando se podían decir todo con la mirada.
Luego el juez los hizo firmar y pronunció las tan conocidas preguntas que definían todo.
-John Winston Lennon, ¿acepta por esposa a Eva Victoria Sheels, para amarla y respetarla en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?
-Sí, claro que sí. –respondió con una amplia sonrisa, mirándola.
-Eva Victoria Sheels, ¿acepta por esposo a John Winston Lennon para amarlo y respetarlo en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?
-Sí, acepto. –respondió igual de sonriente.
-Entonces los declaro marido y mujer. Puede be…-no continuó, John ya sabía todo eso de memoria y procedió a besar a Eva como si no hubiera mañana. Ella se separó, riéndose.
-Hay niños, John…







Luego de comer y divertirse durante toda la tarde, y de saludar a todos antes de partir rumbo al viaje que John había preparado para Eva, Ringo se acercó a ella y la tomó de un brazo.
-Vení.
-Pero…
-Vení.
La llevó hasta un lugar apartado del parque, ya casi completamente a oscuras. Allí vio a Paul y a George.
-Eva, queríamos decirte que te deseamos lo mejor.-comenzó Ringo-Siempre serás una mujer importante en nuestras vidas. No sé qué nos pasó, cómo pudimos….amarte tanto. Pero supongo que serán misterios del amor, y bueno, ¿para qué tratar de entenderlos? No sé si, en el fondo de tu corazón, aún nos tenés presentes, si no es así, no reclamamos nada.
-Sabemos porqué fue.-dijo George, interrumpiéndola, ya que ella quería decir algo-Pero bueno, hablaré por mí, yo te sigo queriendo. Quizás no con el amor que te tenía, es sólo cariño…Por eso quiero que seas feliz, muy feliz.
-John es un idiota-sonrió Paul-pero es un gran hombre, ya lo sabés. Y creo que elegiste muy bien. Creo que todos elegimos bien.
-Gra…gracias chicos. Aprendí mucho de la vida gracias a ustedes, y no me arrepiento de nada, absolutamente de nada, y también creo que elegimos lo correcto.
-Perdonanos por todo. -Paul se acercó a ella-Y perdonanos por esta despedida.
Le tomó el rostro con suavidad y acercó sus labios a los suyos. Le dio un beso corto, simple, pero cargado de sentimientos. Cuando se separó, ella lo miraba asombrada, sin poder creerlo.
-Sí, creételo Vicky. –John apareció por detrás, y al parecer, adivinando pensamientos.
-¡John! Yo…eh…
-No me expliques, ya lo sé.
-John, ¿vas a permitir que me besen?
-¿No lo he permitido antes? Vamos, esta será la última vez. Quiero creerlo, ¿no? –miró amenazadoramente a los otros tres, que asintieron riendo.
-Esto es una locura. -se levantó un poco el vestido, para salir caminando con rapidez. George, sin embargo, la tomó de un brazo, impidiéndoselo.
-¿Acaso no fue locura lo que vivimos? Vamos, que sea una última locura.
-Pero…
No pudo seguir, George la tomó con delicadeza y le dio un beso igual al de Paul.
-Cuidate.-le dijo al separarse. Eva no pudo menos que sonreír.
-Sigue pareciéndome un disparate. O sea, no es normal que en el casamiento te besen los amigos del novio.
-Sí, nosotros somos súper normales.-dijo Ringo en medio de una carcajada-Vamos Evy, basta de quejas.
-Pero es que…
Recibió de Ringo un último beso que la interrumpió, un beso tan lleno de cosas lindas como los anteriores. Cuando se separó, vi la cálida sonrisa de él, la sonrisa por la que siempre había muerto de ternura.
-Si todo empezó a así, que terminé así también, ¿no? –John, para rematar, también la besó.
Después de semejante cosa, no le quedó más que reírse y llorar a la vez.  Era rarísimo y bello, triste y feliz. Era todo, todos los sentimientos ahí, en cuatro personas. Lo mejor era que ya no sentía esa duda, ni esa confusión, ni nada, porque era ver a John y sentir que se le paraba el corazón.
-¡Que venga el fotógrafo! –gritó John, corriendo hacia donde estaba la gente, aún festejando. De allí arrastró al fotógrafo, que estaba muy entretenido tomando vino.
-Genial idea, vamos, vamos. –dijo George entusiasmado.
Se acomodaron los cuatro alrededor de ella, que todavía no sabía qué pensar de todo aquello.
-¡Una sonrisita por favor! –pidió el hombre, antes de que brillara la luz del flash.
Y allí terminó todo. Quedó una foto, donde cada uno mostraba su sonrisa más sincera. Quedó ese amor flotando en el aire, ese amor inexplicable, pero no imposible. Y quedó esta historia.


FIN







Hasta aquí, Eva. No voy a mentir si digo que se me escapó una lágrima traicionera, que siento un vacío raro dentro de mí y que me está costando mucho poner la palabrita “Fin”. Palabrita chiquita y con tanto significado. Y cómo no va a costar, si desde junio del 2011 que estoy compartiendo alegrías  y penas junto a Eva y junto a todos los personajes de esta historia. No sé si fue buena, no sé si fue mala, quizás no tenga ni pies ni cabeza, pero es mía, y con eso soy feliz.
Agradezco a todos/as aquellos/as que leyeron, aunque sea una sola vez este fic, pero principalmente quiero agradecer a alguien muy especial: Cris, a vos te dedico, no este final, sino todo el fic, porque gracias a él un día apareciste en mi vida, con tus comentarios súper chistosos, con tus reflexiones filosóficas, con tus ganas de matar a alguien, pero sobre todo, con un maravilloso tesoro: tu amistad. ¿Cómo no estarle agradecida a Eva, si gracias a ella te conozco?
Y ahora, dejando los pañuelos llenos de lágrimas y mocos a un lado, y haciendo como que  este no es el último capitulo, les dejo la canción. Las canciones fueron muy importantes a partir de que me di cuenta que podía inspirarme gracias a ellas, que sus letras reflejaban lo que yo también quería reflejar. La mayoría aparecieron “mágicamente”, a veces incluso dando la solución a algún que otro estancamiento que tenía al escribir.
En este caso, puse “Inolvidable”. Podría haber puesto “The End” pero resultaba muy obvio jaja, y apareció esta con su genial “En la vida hay amores que nunca pueden olvidarse”


 Y bueno, ahora sí me voy, que esto está mas largo que el capitulo. Agradezco nuevamente a todos, y agradezco la posibilidad de escribir que tengo, de imaginar pavadas, pero imaginar.
Que Dios, Alá, Jehová, Buda, John, George, o en quien crean, los bendiga mucho.


María.  

jueves, 2 de enero de 2014

Capitulo 69 Que me quedes tú

El sol se abría paso entre un manto de nubes grises. Después de una fugaz lluvia, el verde del jardín resplandecía como nunca. Salió al encuentro de ese verde, que parecía estar de fiesta, e inhaló el aire profundamente, cerrando los ojos.
-¡John! –gritó hacia una de las ventanas.-¡Vamos, salí fuera!
John se asomó con cara somnolienta y abrió la ventana.
-Esperá un momento más, dos acordes y ya estará lista la canción.
-Como quieras. –se encogió de hombros.-Yo estaré por aquí.
John le sonrió y cerró la ventana. Eva comenzó a deambular por el jardín, canturreando una canción cualquiera.
Se sentó en uno de los sillones blancos de hierro forjado, mirando hacia la hiedra que cubría  al muro. Cerró los ojos nuevamente y apretó los párpados. En cualquier lugar, en cualquier momento, la asaltaba la imagen de Yoko, amenazadora. Ni siquiera había pasado un mes de aquel encuentro, y si bien John se mostraba alegre y enamorado, muy distinto a cuando estaba con Yoko, ella sabía que era débil y que podía caer en las redes de esa mujer.
Sintió un suave beso en la mejilla y no pudo más que sonreír.
-¿Te estabas durmiendo?
-No, aún no. –sonrió aún más.
-¿Qué te parece si tomamos el té acá? No hace nada de frío, un atardecer hermoso.
-Se nota que estabas componiendo, todavía te dura lo poeta. –rió.
-No te burles Vic. Prepararé el té.
-¿Vos?
-Sí, yo, para que veas que no sólo soy un poeta, sino también un excelente amo de casa.
Dejó escapar una carcajada y asintió. En pocos minutos, John ya estaba de regreso con una bandeja con dos tazas humeantes, y un plato con galletas. Se quedaron en silencio, tomando el té y mirando el jardín y los pájaros que volaban y se posaban en alguna rama. Parecía el mismo Edén.
No era necesario que dijeran algo, ambos se sentían bien el uno con el otro, sólo con saber que el otro estaba allí. Eva cerró los ojos otra vez: se dijo y se repitió que no dejaría que el miedo la dominase, que sólo viviría el momento, como ese, tan perfecto. Y que ya no pensaría en nada más.
-¡Hola, hola!
-La puta madre Starkey, ya caíste a interrumpir todo.
Ringo sólo se rió y se dejó caer en otro de los sillones, tomó una galleta y le robó la taza a John.
-¿Algo más deseaba el señor? –dijo John, sarcástico.
-A esto le falta azúcar.
-Te recuerdo que esta ya no es tu casa.
-Es verdad, pero no me importa. Además, no vine a hablar con vos.
-Deduzco que es conmigo.
-Claro, Evy.
-Bueno, vos dirás y ¡dejá de comer galletas!
-Están buenas.-respondió con la boca llena.-Bien, me pondré serio. Maureen me…
-Ah, ya. –interrumpió ella.
-Vic…-John la miró significativamente. Eva suspiró fastidiada.
-Perdón.
-Maureen me ha pedido que los invite a cenar.
-No.
-Eva…
-Es que no tengo muchas ganas de verla, aún.
-Entiendo…
Ringo bajó la cabeza y se quedaron inmersos en un incómodo silencio. Eva tomó otra galleta, la partió, y la dejó sobre la mesa.
-Está bien. Iré. Basta de guerras estúpidas, es hora de comportarse.
-La harás feliz. Le hace mucha ilusión verte, ahora que ya se ha arreglado todo.
Forzó una sonrisa, apenas mirándolo. John comenzó a hablar de cualquier banalidad, y ambos se engancharon en una conversación en la que ella apenas participó.
Cuando Ringo se fue, John se quedó en silencio, mirándola con seriedad.
-¿Por qué hiciste eso?
-¿Hacer qué?
-Eva…
-No me hables así, no sos mi padre.
John sólo se tomó la frente, exasperado.
-Eva me pedís decisiones, pero parece que vos no te decidís. Pensé que reaccionarías bien, que todo lo de Ringo y los demás lo tenías superado.
-Perdón, no me puedo controlar, es eso.
-Eva si los dos no nos esforzamos, esto se va al carajo.
-Lo sé. Prometo no comportarme como una inmadura. John, te amo.
-Yo también. –dijo apenas, y se fue a la habitación.




El edificio le parecía mas gris que antes. Entró y subió al ascensor. Ni sabía lo que encontraría allí, ni qué pasaría. Sólo quería dar punto final a algo que apenas había comenzado, y por su culpa.
Tocó timbre y se miró en el espejo del corredor. Él, John Lennon, se veía completamente cambiado, mas delgado y despeinado.
Se abrió la puerta y se giró con rapidez. Yoko sólo bufó.
-¿Qué? –preguntó secamente.
-Vine a hablar.
-¿De tu princesita de cristal? Andate.
-Yoko, por favor. Dejame pasar.
-No, hablá acá, veré si te presto atención o no.
-Sólo vine a pedirte perdón por…por si te ilusioné.
-Qué inocente sos, yo nunca me ilusiono, eso es para mujeres estúpidas criadas a cuentos de hadas, como la tuya.
-Por favor, quiero hablar sin insultos de por medio.
-¿Encima venís con pretensiones? Hablo como quiero, esta es mi casa y hago lo que se me antoja, y nadie me va a venir a decir algo. Y menos vos, que sos la nada misma.
La miró, altanero. Asintió lentamente con la cabeza, sin despegar la mirada de la de ella.
-Bien, eso era todo. Ah, se me olvidaba: dejame en paz. Nada de llamados, ni invitaciones, ni encuentros por casualidad.
-Me tenés miedo, ¿eh? Tranquilo, no haré nada de eso, soy buena perdedora aunque…bueno, no perdí nada. Vuelvo a recordarte que sos nadie, tanto para mí, como para el resto del mundo, y como seguramente también para ella.  Sos un tipo con dinero, por lo tanto tenés mujer y amigos, pero sos un nadie. Igual fue un gusto conocerte. Ahora sé qué tan tonto puede llegar a ser el hombre. Y gracias a vos, conocí gente que sí me sirve par mi carrera. ¿Tenías algo más para decirme?
-No. Buenas tardes, Yoko.





El sonido del timbre interrumpió la melodiosa voz de Patrick que llenaba la casa desde el tocadiscos. Ya eran bastante conocidos y tenían un nuevo disco, que sonaba por todas partes.
Eva corrió hasta la puerta, sacándose mientras el delantal.
-Hola Eva. –la saludó Paul con su habitual sonrisa.
-Hola Paulie, ¿buscás a John?
-No, vine a hablar con vos. ¿Puedo pasar?
-Ay claro que sí, eso ni se pregunta. Vení a la cocina, estaba preparado la cena.
Paul la siguió y se sentó en la mesada. Al pasar, había tomado una manzana de la frutera y comenzó a mordisquearla.
-¿De qué tenés que hablarme? –preguntó ella. -¡Ay, cómo odio picar cebollas! ¡Me hacen llorar!
-A mí también ya me están haciendo llorar. –rió.-Verás, es una propuesta, pero no mía. Es de la EMI.
-¿Otro disco?
-No se trata de la banda, eso está medio…bueno, dejémoslo ahí.
-Paul, eso importa, y mucho. –lo miró seria, dejando las cebollas-Es la banda, es por lo que han vivido en estos años.
-Mmm…sí, pero igual vengo por otra cosa.
-Está bien, si no querés hablar, no hables. ¿Qué cosa es esa?
-¿Te animarías a sacar un disco?
-¿Eh?
-Lo que escuchás. Te vieron en la película, consideran que tenés buena voz y que venderías mucho. ¿Qué tal?
-¿Qué tal? Que es un disparate. ¿Yo, un disco? Por favor…
-Aunque sea un simple. Después te esfumás, o seguís y te hacés una gran carrera.
-No Paul, no…¡Ay! ¡Casi me corto un dedo!
-¡Te pusiste nerviosa! –rió con ganas-Vamos Eva, probá. No me digas que te da vergüenza…
-Sí, ¿y qué? Aparte…aparte no tengo ganas. Eso ya fue.
-Como quieras, pensalo. Tenés doce días para decidir. Puedo ser tu manager.
-Seguí comendo esa manzana y dejá de decir sandeces.
Paul rió y le dio otro mordisco. Contaba con que lograría convencerla.



Pese a la incomodidad inicial, la cena iba viento en popa. Las mujeres se limitaban a reír de lo que decían ellos, apenas interviniendo y apenas mirándose. Eva ya sabía que todo sería así, tenía las experiencias con Pattie y Linda. De hecho, ya había tenido reuniones como esa con ellas, y todas se comportaban igual, era casi como una ley no escrita y por nadie impuesta pero por todas respetada: pocas palabras, nada de miradas. Y sino, lo justo y necesario, lo suficiente como para no desatar batallas campales. Y es que ese riesgo siempre estaba latente, y a esas alturas, Eva ya sabía que siempre lo estaría.
-Traeré el postre. –Maureen se puso de pie y comenzó a juntar los platos.
-Te ayudo. –bien, no era justamente lo que quería hacer, pero se esperaba  de ella que hiciera eso, que ayudara a la anfitriona fuera quien fuera.
Maureen le dedicó una media sonrisa y caminó hacia la cocina, seguida por ella. Ni bien dejaron las cosas, se miraron: sabían que era momento de hablar.
-Bien –comenzó Eva-agradezco tu invitación aunque no lo creas.
-Eva, yo no te lo robé.
-Nadie dice eso. Fui yo quien lo descuidó y…basta, terminemos con esto. No te guardo rencor ni te haré la guerra. Espero que vos tampoco hagas lo mismo.
-No es fácil, Ringo se la pasa hablando de vos.
-Lo lamento,  y es lógico cuando se viven muchas cosas juntos. Cuidalo, y buena suerte.-caminó hacia la puerta, pero Maureen la tomó de un brazo.
-Eva, ayudame. Ringo no está bien, hay problemas en la banda, apenas me cuenta algo y yo no sé qué hacer para ayudarlo. Pensé que vivir juntos sería perfecto, y resulta que no.
-Bienvenida a la realidad, las convivencias no son perfectas y las parejas tampoco, y él tampoco. Tratá de ayudarlo.
-Pero es que no sé có…
-Tratá de ayudarlo.





Salir, aunque fuera a la casa de Ringo, los había ayudado a despejarse y pasar un momento con otra gente. Pero ya junto a John, allí en la cama, se había olvidado completamente de Ringo y de Maureen, de los celos que había sentido, de la carita de buena que se tuvo que pintar para disimularlos. Y es que estar junto a John era mucho más importante, se sentía feliz porque estaba segura de que no se había equivocado. Se lo decía su corazón cada vez que la tocaba, que la acariciaba, que escuchaba su nombre en su voz, o simplemente cuando lo oía respirar. A John le debía haber vuelto a la vida, dejar de pensar en problemas y fracasos, creer en el amor otra vez. Sonrió y se abrazó más a su pecho desnudo.
-Vicky…
-¿Sí?
-¿Lo pensaste?
-¿Qué cosa? –preguntó extrañada.
-Lo que te propuso Paul.
-¿Cómo lo sabés?
-Yo lo sé todo, querida. –sonrió.
-Hay que ver lo chusma que sos. Y no, no lo pensé.
-¿Por qué? A mí me parece una gran oportunidad.
-Nadie querrá un disco mío.
-¿Ah, no? Venderás miles, todos saben quién sos.
-Quiero que lo compren por su calidad, no por un “Ah mirá, este es el disco de la puta”.
-Nadie dirá eso.
-¿No? Vamos, John.
-Vicky –la tomó de los brazos y la acercó para mirarla a la cara-sería genial, animate, ¿qué podés perder?
-No sé, no sé.
-Aunque sea para que sepas cómo es grabar y todo eso.
-Ya lo sé de sólo escucharlos a ustedes. Ah, ahora que digo eso, mejor dejemos de hablar de este tema y pasemos a otro.
-Estamos desnudos en la cama y vos hablando como presentadora de canal de noticias.
-¿Qué pasa con la banda?
Borró su sonrisa, cambiándola por una mueca, y bufó.
-No pienso hablar de eso ahora.
-John, no hablás ni ahora, ni nunca.
-Será simplemente porque no quiero hablar, ¿no? Dejame tranquilo Eva.
-No, no, pará. No te enojes. John, sé que hay problemas, ¿por qué no me contás?
La miró y negó con la cabeza. Después la obligó a acostarse junto a él.
-Es muy difícil. Nos vamos a separar.
-¿Qué? –se incorporó casi de un salto-Eso es imposible.
-No hay imposibles, y este es un ejemplo.
-Pero John, alguna solución…
-No hay. Nos separamos, es algo que ya tengo asumido.
-No John, no. ¡No podés decirme esto! O sea, ¡son The Beatles!
-¿Y con eso? No somos dioses. Ya viste cómo todo se fue desgastando, lo único que conseguimos es pelear. Vamos a terminar odiándonos y yo no quiero eso.
-La culpa es mía.
-No digas tonterías, sabés bien que eso no es cierto. Esto no tiene nada que ver con vos.
-No me digas que no mezclaron sus cosas personales en todo esto.
John sólo suspiró. Ella se puso de pie y caminó hasta el baño, sin decir media palabra. Allí se encerró a llorar, porque no podía creer que todo se terminara así. Y además, por más que le dijeran que no, sentía culpa. Según todos, Yoko lo estaba influenciando a John, lo estaba alejando. Ahora Yoko no estaba, por lo tanto la culpable era ella. Y no se lo perdonaba.
Se lavó la cara y se contempló en el espejo, odiándose. John entró, la abrazó por detrás y le dio un beso en el hombro.
-Tranquila. Esto se sabía que algún día pasaría, no tenés la culpa de nada.
En ese momento, sonó el teléfono. Eva se zafó del abrazo de John y corrió a atender. Él sólo bufó y se mordió el labio inferior.
-¿Hola?
-No te vas a quedar con él.
Colgó de un golpe, furiosa.
-¡Y encima aguantar esto!
-Tranquila amor. –John volvió a abrazarla-Ya no molestará más, te lo prometo. Nos mudaremos a una casa más linda, ¿qué te parece? Nadie sabrá nuestro número ni molestará.
Sólo pudo asentir, tragándose las lágrimas. Inspiró aire, a la vez que seguía asintiendo.
-Me juré que viviré cada momento, sin preocuparme. Lo principal es que estamos vos y yo juntos. Lo demás ya no importa.



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Hola hola! Aquí volví con el anteúltimo (se dice anteúltimo? Bueno, yo lo digo así XD) capitulo del fic...Ay, qué tristezaaaaaa!Como se acaba todo en mi vidaaaa.
Bueno, termino de cantar y les dejo la canción. Me van a decir "Es el anteúltimo capitulo y ponés una canción de Shakira???" Y sí, mátenme, pero creo que es el único tema de ella que me gusta jaja, y me venía de diez para ponerlo. Está bien, acepto todas las maldiciones que me tiren. 
Y ahora sí, me retiro y nos vemos en el final!