jueves, 21 de junio de 2012

Capitulo 39 Golondrinas en pleno cortejo hechicero


Dante abrió lentamente la puerta y caminó con sigilo. Se sentó en la punta de la cama, abrazó su guitarra y comenzó a demostrar lo que había aprendido, lo que tanto trabajo le había costado.
-If I fell in love with you....
Eva dio un salto y lo miró, tratando de comprender qué pasaba.
-Dante ¿¿¿qué hacés acá???
-¿Te gusta? ¡Hace una semana que  estoy practicando!
Estiró un brazo para tocarlo. La poca luz que entraba por las rendijas de la ventana hacían que el nene no pareciera él, mas bien le parecía un angelito sentado con una guitarra.
-Si...me encanta...
-Quería mostrártelo antes de que fueras  a trabajar, porque anoche volviste muy tarde. Ah, por cierto, ya es hora de que te levantes –se bajó de la cama y se acomodó sus zapatitos. Eva alcanzó a ver el “George Harrison” garabateado en la madera de la guitarra. Cerró sus párpados con fuerza y suspiró.
Desayunó a las apuradas, pero no le alcanzó para agarrar el bus., así que tuvo que caminar. Pensó que estaría bueno, no le vendría nada mal caminar y despejarse un poco antes de comenzar el día laboral. Pero al final se convirtió en un infierno: puestos de diarios con revistas sobre “ellos”, radios prendidas en estaciones con música de
“ellos”, disquerías con discos de “ellos”, colegialas hablando de “ellos”....llegó al edificio conteniendo las lágrimas, pero no pudo mas cuando vio la gigantografía con la tapa del mes: “ellos”.



-¿Me están escuchando? –preguntó Brian. Solo veía cuatro caras color ceniza, sin expresión alguna.
-¿Qué? –dijo Paul, reaccionando.
-Nada, olvídenlo. ¿Se puede saber qué tienen? ¿Están enfermos o qué?
-Nunca entenderías –respondió John.
-Está bien, yo me voy, pero cambien esas caras por favor.
Se miraron. No hacía falta que dijeran nada, estaba todo dicho.
-Vamos a practicar –dijo John sin entusiasmo –La actuación de esta noche tiene que salir bien.
-Ay, para qué tanto si total no se escucha nada –se quejó George
Sin embargo, comenzaron. Pero lo que hacían era desastroso. Se olvidaban las letras, se equivocaban de compás...hasta que John se cansó.
-¡La puta madre que lo re mil contra parió! –gritó golpeando el puño contra la pared.
-Tranquilo –Ringo se le acercó –Chicos esto no da para mas....
-Somos lo peor, me odio por ser tan egocéntrico –se reclamó Paul.
-No sos vos, somos todos. Ahora pensará que la usamos, pensará lo peor de nosotros, y con toda razón –dijo George.
-Si ella es una groupie, o lo que sea, no me importa. Que haga con nosotros lo que quiera que nos dé vuelta como una media. Pero así no puedo. ¿Qué dicen?
-John...-respondió Paul -¿ahora cómo vamos a hacer? Nos debe odiar, y ya no querrá saber mas nada con nosotros....



Se había cansado. Se estaba muriendo y ¿qué era lo peor? Que era por una tontería.  Pero habia decidido que se tragaría el orgullo. Si la usaban, que la usaran. ¿Falta de  dignidad? Ya no le importaba. Los quería, y si tenía que hacer caso al “para saber lo que  es amar hay que perder la libertad” estaba dispuesta a eso. Su único deseo era estar con ellos, y si no los tenía lo demás no le servía para nada.
Alargó la mano y tomó el tubo del teléfono. Agudizó el oído para escuchar que no anduviera nadie cerca de su oficina y marcó. Tomó aire al escuchar el primer tono. Esperó, pero nadie contestó. Colgó rápido, alejó el teléfono. No, no lo intentaría una vez mas, la valentía que había tomado hacía apenas cinco minutos, se había esfumado.



Esa noche el estudio de televisión estaba desbordado, actuaría The Beatles y eso era motivo de llantos, desmayos, luchas con la policía, etc.
Mientras, en el camarín, los cuatro se miraban al espejo y trataban de “inventarse” una sonrisa.
-¿Sabes qué día es mañana? –preguntó Ringo de repente.
-Si, lo sabemos, por eso vamos a aprovechar esto –respondió Paul acomodándose la corbata.


-¡Eva, vení! –gritó Dante en cuanto la vio abrir la puerta. Le señaló la alfombra para que se sentara junto a él, frente al televisor.
-¿Qué ves? ¿Dibujos animados? –dijo mientras le daba un beso en la frente
-No, ¡actuarán The Beatles!
-Ahh....-dijo sin ilusión –Ehh....no puedo, tengo trabajo para terminar –pasó frente a Anne, a quien no vio, y subió las escaleras con la velocidad de una bala.
-Qué lástima que no pueda verlos, ¿no mamá? Son sus amigos.....
-Si....sus amigos...-repitió Anne mirando la escalera.



La actuación empezó, todo iba bien, mejor dicho, como siempre.
-Y ahora, –dijo John frente al micrófono –le toca a George, pero antes queremos decir que ésta canción se la dedicamos a alguien que mañana cumple años.....
George comenzó a cantar “Do you want to know a secret?”, pero sin dudas, la expresión de los cuatro había cambiado: la esperanza de que ella los estuviera viendo los animó.
-¡Eva! –gritó Anne -¡Bajá!
Se asomó y bajó unos escalones.
-¿Qué pasa?
-Te dedicaron una canción....sé que es para vos porque mañana es tu cumple...
Bajó rápidamente y se quedó clavada frente al televisor.
-¡Muy bien, gracias chicos! –dijo el conductor del programa -¡Qué afortunada es la persona a quien le acaban de dedicar la canción! ¿Podría saberse quién es?
-Es....una...amiga...-respondió Paul, y cientos de gritos se escucharon, pero el chico sólo sonrió –Espero que nos esté viendo....
-¡Claro que si, cómo no va a estar viéndolos, si todo el país lo hace! ¡Y ahora...
Pero Eva dejó de escuchar lo que el conductor decía, para seguir mirándolos y repitiendo para sí misma: “Sí, los estoy viendo mis amores”.


Al día siguiente, despertó sobresaltada. No era para menos. Dante saltaba en su cama, Anne sostenía una torta y Jenny aplaudía emocionada, todo al compás del “Feliz Cumpleaños”.
-¡EVAAAA FELIZ CUMPLEEEE! –todos la abrazaron.
Sonreía, feliz, en ese momento lo estaba, tanta demostración de cariño la sorprendió.
-¿Qué te parece si ésta noche cenamos todos juntos? –propuso Anne –Jenny, podrías decirle a tu novio que también venga.
-¡Genial! ¿Qué decís, Evy?
-¡Claro, me encanta la idea!
-Acá tenés mi regalo –Jenny le entregó un paquete rojo, que Eva abrió con ansiedad.
-¡Jenny! ¡Qué hermoso! –dijo al descubrir un bolso color crema -¡Muchas gracias!
-Y este es nuestro regalo –Anne y Dante le entregaron una caja envuelta en papel azul y verde. Eva la abrió con la misma ansiedad.
-¡Zapatos! ¡Biiieeenn! –gritó.
-Y son color crema, así te combinan con el bolso.
-Veo que se han complotado –rió.
-Así parecés mas elegante –Jenny le guiñó un ojo.
-Gracias, gracias, son geniales.
-Si, si, muy geniales, pero por mas que sea tu cumpleaños, no te salvás de ir al trabajo. Así que levantate rápido –ordenó Jenny, mientras Anne y Dante reían por su actitud.


El día de trabajo empezó bien, sólo tuvo que correr detrás de los periodistas para sacar fotos en una presentación de bandas independientes. Lo bueno era que, como todo empleado que cumplía años, recibió una canastita llena de chocolates y dulces, que devoró en el trascurso de la mañana.
Cuando por fin regresó a la sede de la revista, ya era casi la hora del almuerzo. Dejó algunas cosas en su oficina y bajó, en busca de Jenny. Pero la chica parecía que tenía un día tan ajetreado como el de ella, así que, mientras hablaba por teléfono, Jenny le hizo señas de que la esperara en la puerta.
Eva salió a la vereda. Le desagradaba bastante la calle a esa hora pico, donde todos corrían enloquecidos, tanto en auto como a pie. Se apoyó en una pared y encendió un cigarrillo. Cuando exhalaba el humo de su primera pitada, vio como de entre la vorágine de gente emergía un grupito de ancianitos, caminando lentamente. Le dio ternura, parecían tan ajenos a esa locura...
Siguió fumando, mirando hacia todos lados, incluso hacia el interior del edificio, para ver si Jenny había terminado.
-Eva –escuchó un susurro y se giró. Uno de los ancianitos le hablaba.
-¿Eh? –preguntó desconcertada, hasta que se dio cuenta -¿¿¿Qué mierda hacen acá ustedes??? –pese a lo que les había dicho tratando de parecer enojada, algo en su interior saltó de alegría.
-Shh....por favor vení con nosotros
-Paul, no tengo porqué ir con ustedes. Y sacate ese disfraz, te queda espantosamente ridículo.
-¿Y a mi?
-A vos también, John. Váyanse, no quiero saber nada con ustedes –amagó con darse vuelta, cuando escuchó un quejido.
-Ay, ay, ay, mi pierna....mi artrosis....
Se giró, y trató de disimular una risa que, traicionera, amenazaba con salir.
-¡George, dejá de actuar!
-¡Ay, ay, ayyyyy! Por favor ayúdeme jovencita.
Estuvo a punto de irse y dejar a esos cuatro locos, pero la gente que pasaba la miraba de una forma que parecía decirle “Qué despiadada, no ayuda a un pobre ancianito”.
Se volvió hacia ellos, y no sin fastidio, dijo:
-Está bien abuelo, venga que lo voy a ayudar.
-Oh, si, si, llevémoslo.
-Ringo no es necesario que actúes vos también...
Los “cuatro ancianitos” caminaron delante de ella, hasta que se alejaron un poco de la puerta del edificio, y se acercaron a un auto, que no era otro que el de Paul. Entraron todos, seguidos por Eva, aún no muy convencida.
-Paul, deberías comprar un auto mas grande, no cabemos –se quejó John
-¿Se puede saber qué quieren? –peguntó molesta, cruzada de brazos.
-Queremos hablar –respondió George -¿Nos viste anoche?
-Sólo un poco, viejo artrósico.
George rió, pero ella no. Miró detenidamente a cada uno, al parecer ninguno iba  a decir nada mas.
-Viendo que el “queremos hablar” de ustedes, es quedarse completamente callados, me voy –abrió la puerta del coche, y ya estaba bajando una pierna cuando Ringo se la manoteó y le cerró la puerta.
-¡No me toques! –protestó
-Para hablar nos tenemos que ir –Paul encendió el auto.
-No, tengo que almorzar con Jenny –otra vez intentó salir y otra vez Ringo la detuvo -¡Te dije que no me toques!
Paul arrancó y comenzó a salir del tráfico del centro.
-¡Les dije que ahora tengo que almorzar! ¡No pueden hacer esto! ¡Siempre secuestrándome! ¡Siempre hacen lo que se les da la gana!
-Ya, dejá de quejarte –dijo John con total despreocupación, mientras limpiaba sus anteojos.
-¡LOS ODIOOOOO! –gritó pataleando. Pero ellos apenas si hicieron una risita.
Llegaron a la casa, bajaron todos menos ella.
-No pienso moverme de acá hasta que me lleven otra vez al lugar donde me secuestraron.
Ringo abrió la portezuela del coche y se quedó parado, con las manos apoyadas en el techo.
-¿No pensás salir?
-Dije que no –respondió mirando al frente
-Es una lástima que te resfríes por estar sentada ahí, con la puerta del auto abierta, cuando hay tanto viento como hoy.....yo no me voy a ir de acá, ni voy a cerrar.
-Ashhh....¡está bien! –salió del auto y le dio un portazo -¿Qué? ¿Te dolió el portazo que le di a tu coche? –dijo mirando, desafiante, a Paul. Pero él sólo sonrió, negando con la cabeza, para luego seguir al resto, que ya estaba entrando a la casa.



-Sentate, ponete cómoda –le dijo John casi con sorna, al verla parada, cruzada de brazos y apretando los dientes.
-No, gracias –respondió ella de la misma manera.
Ante sus ojos vio como se sacaban sus disfraces, sus sombreros, barbas, anteojos y bastones, quedando tal cual como eran siempre. Y sintió como esa bronca que quería aparentar se diluía, sabía que con el simple hecho de que la miraran la dejaban sin fuerzas. Eso le dio, nuevamente, algo de bronca. ¿Cómo podía ser? ¿Cómo podía dejarse dominar así? Y era que, por mas que quisiera evitarlo, no podía, era un vano esfuerzo mental sobre una convicción que tenía su loco corazón: amar a esos cuatro.
-Ya, ¿de qué quieren hablar? –dijo tratando de recuperar la compostura
-Primero, ¡Feliz Cumpleaños!
-Si, si, gracias....-respondió entre impaciente y fastidiada.
-Segundo –siguió Paul –Te queremos pedir perdón. Fuimos unos completos idiotas.
-Eso ya lo sé.
-Entonces...¿nos perdonás?
-Tendría que pensarlo.
-A ver, Eva –John se puso de pie y arrojó la colilla del cigarrillo que había terminado –Comprendemos perfectamente tu odio y tu desprecio. Fuimos unos desgraciados egoístas, te dijimos de todo, y desconfiamos de vos.
-Decime algo que no sepa.
John suspiró, y continuó.
-Hemos decidido no ser mas así.
-¿Tengo que creerles?
-¡Si! –afirmó Ringo –Tenés que creernos porque cambiamos. Ya está, no mas celos, no mas condiciones, y...
-Y no mas secuestros.
-Ehh....si....no mas secuestros....
-Eva, si querés trabajar, hacelo –George se acercó un poco –No te vamos a molestar con eso de que podés vivir bien con lo nuestro. Sos independiente, pensás así, es tu personalidad, y la vamos a respetar. Aparte, eso es lo que nos enamoró de vos. Bueno, por lo menos a mí....
-Lo que sí queremos –dijo Paul –es que te vengas a vivir con nosotros.
Se quedó pensando, mirándolos.
-¿Por qué hacen todo esto?
-Ay, ¡porque te amamos, mujer! –dijo John, exasperado.
-Claro, ¡por qué otra cosa va a ser? –agregó Paul.
-Pues...lo dicen como quien dice “Voy a comprar naranjas a la esquina”. Eso no me convence mu....
Pero no pudo seguir, porque cuando pudo reaccionar, George la estaba besando, como nunca antes lo había hecho. Y no pudo resistirse. Mierda, podría haber sido cualquiera de los cuatro y le habría pasado lo mismo.
-Eva....por favor....-dijo George apenas separado unos centímetros de su boca.
-Yo....-no sabía qué decir. Es que no tenía nada para objetar: le estaban diciendo que la quería, que le daban todas las libertades, que se fuera a vivir con ellos, ¿qué podría decir ella frente a todo eso?
Levantó la vista y vio a los otros tres frente a ella. Si, esos cuatro podían hacer lo que querían con ella, sin posibilidad de una mínima defensa. Pero estaba decidida a no poner ninguna.
-Ya no dudaremos mas, seas quien seas ya no nos importa, ¡no podemos vivir sin vos! –dijo John.
Tomó aire y lo largó en un rápido suspiro.
-¡Ay si, está bien! –impulsivamente, los abrazó.
-Shhhii!!! ¡Abrazo grupal! –exclamó George dando saltitos.
-¡Malditos sean, no puedo estar enojada con ustedes, me pueden, me pueden!
-Y vos a nosotros, hermosa –Paul le acarició la mejilla y le dio un beso rápido.
-Entonces, ¡aceptás vivir con nosotros? –preguntó John, impaciente.
-¡Si, si, si y si!
-¡Biiieenn! ¡A vivir como en el Tíbet! –festejó George
-Ya salió el tibetano –rió Ringo.
-¡Esto se merece una buena copa! –Paul descorchó una botella de champagne y les sirvió a todos.
Ahora si, estaban comenzando una nueva etapa en sus vidas. Una vida rara. Una vida de a cinco.